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INDICADOR POLITICO



CARLOS RAMÍREZ

Paradigma de seguridad interior; culpa de AMLO


Martes 01 de Julio de 2025 9:58 am


INDICADOR POLITICO

 

Paradigma de seguridad

interior; culpa de AMLO

 

CARLOS RAMÍREZ

 

En la reunión del G-7 el presidente Donald Trump dio indicios de su nueva estrategia comercial internacional: terminar con negociaciones con bloques y privilegiar los acuerdos bilaterales. EU y Canadá ya están negociado un tratado entre los dos, pero México sigue esperanzado en rescatar algo de las cenizas del Tratado trilateral firmado en 1993 y puesto en marcha el 1 de enero de 1994.

EL acuerdo de EU con México y Canadá fue muy complejo por la asimetría productiva entre las naciones. Por eso la insistencia de Trump en el sentido de que EU habría estado perdiendo con el pacto comercial trilateral.

En los hechos, Trump no está abjurando de la globalización, pero la está acoplando a partir de argumentos en el sentido de que EU habría estado perdiendo hegemonía económica, comercial, industrial y productiva porque México se habría estado llevando plantas enteras por bajo costo laboral, y ello había llevado a una desarticulación de la estructura estadounidense, poniendo como ejemplo el caso de las automotrices.

El regreso a los tratados comerciales bilaterales no significa un cambio sustancial en las políticas de globalización. En todo caso, EU se dio cuenta de que había perdido hegemonía económica firmando un acuerdo comercial arancelario con México y Canadá, países que entre ellos tienen una enorme diferencia de capacidad productiva y mucho mayor a la que existen entre la planta productiva primaria mexicana con la sofisticada planta industrial estadounidense.

La negociación de un tratado bilateral comercial de México con EU será mucho más costosa para México, porque la planta productiva mexicana prácticamente se desmanteló en estos poco más de 30 años de tratado trilateral. La participación de productos mexicanos en los productos de importación bajo casi 20 puntos en los últimos 30 años.

Para poder tener un aprovechamiento real de un nuevo tratado bilateral, México estaría obligado en el cortísimo plazo a inversiones para el sector industrial que no se tienen porque la desindustrialización el mismo tiempo disminuyó la capacidad de recursos empresariales para productos intermedios, sobre todo de bienes de capital, y porque México descuidó en estos 30 años de trilateralismo comercial la oportunidad del elevar su capacidad productiva.

La informalidad es otro elemento importante para detectar el fracaso de capacidad productiva nacional para una mejor competencia. El Estado entró desde finales del siglo pasado a una severa crisis fiscal que le redujo la capacidad de recursos para estimular con gasto público el dinamismo de la inversión privada y desde 2018 el Estado simplemente decidió usar los recursos públicos vía de ingresos fiscales para programas específicos de subsidio improductivo a sectores marginales y para obra pública que no pudo convertirse en factor multiplicador de economía más productiva.

Si era muy amplia la diferencia en capacidad productiva de México con Estados Unidos cuando se negoció el Tratado a principios de 1990, ahora las evidencias revelan una mayor incapacidad productiva de México porque se olvidó de estímulos públicos a la pequeña y mediana industria y en todos los años de vigencia del Tratado corrieron a cargo de la doctrina desindustrializadora de Jaime Serra puche, el secretario de Comercio que firmó el TCL en 1993. Sin inversión pública, la planta productiva mexicana se puso hasta la cola de las cadenas productivas internacionales.

Si se cumplen todas las previsiones que está estableciendo Trump en la negociación de tratados bilaterales, el adelanto de la negociación del TLC este año y no el próximo podría dar por terminado el trilateralismo y de una vez enrolar a México, aún en estos tiempos de previsión de negociaciones, a ir pensando en lo inmediato a un tratado bilateral de comercio libre México-Estados Unidos.

Política para dummies: la política es negociación, no la intención de tomarle el pelo al adversario.