Alcohol y violencia: relación normalizada

MAYRA EDITH MARTÍNEZ
Viernes 26 de Septiembre de 2025 10:03 am
Alcohol y violencia: relación normalizada MAYRA EDITH MARTÍNEZ* EL alcohol está profundamente normalizado en la cultura mexicana. Es un componente central en festividades, reuniones familiares y eventos sociales. Frases como: “Para todo mal, mezcal; y para todo bien, también” o “Una no es ninguna, dos son la mitad, tres son una”, se repiten en tono de broma, pero no solo invitan a seguir bebiendo, sino que refuerzan una idea arraigada: el consumo excesivo de alcohol como símbolo de fortaleza, celebración y diversión. Sin embargo, esta “tradición” cultural encierra una paradoja dolorosa: aquello que socialmente representa unión y alegría es, al mismo tiempo, uno de los principales detonantes de la violencia intrafamiliar, un problema persistente, silencioso y devastador. La ENSANUT 2018, reportó el 18.1 por ciento de los hombres y el 4.5 por ciento de las mujeres por consumo excesivo de alcohol. Por su parte, el Observatorio Nacional de Prevención del Delito señaló que en el 65 por ciento de los casos de violencia familiar hay presencia de alcohol. Y la ENVIPE, 2021 reveló que el 33.8 por ciento de las víctimas de violencia intrafamiliar identificaron que su agresor había consumido alcohol. La ciencia también lo confirma. El alcohol es un depresor del sistema nervioso central que altera funciones esenciales. Primero, debilita la corteza prefrontal, encargada del control de impulsos y la regulación emocional, lo que incrementa la desinhibición y favorece respuestas agresivas. Segundo, distorsiona la percepción: bajo sus efectos, una mirada o palabra puede interpretarse como amenaza, escalando cualquier conflicto. Además, genera un círculo vicioso: la violencia por el alcohol provoca culpa, estrés o vergüenza, que se intenta calmar con más consumo. Estudios del Instituto Nacional de Psiquiatría, vinculan de forma consistente el consumo de riesgo en hombres con actos de violencia física y psicológica hacia sus parejas e hijos. Lo preocupante es que este patrón no se queda ahí: se hereda. En muchos hogares, los hijos crecen viendo al alcohol como respuesta al estrés o como requisito para celebrar. Así se perpetúa un aprendizaje nocivo. Además, existen factores genéticos y epigenéticos. El trauma infantil causado por la violencia familiar deja secuelas emocionales profundas, aumentando el riesgo de que las nuevas generaciones recurran al alcohol como forma de escape o automedicación. Hoy, la adolescencia enfrenta una tormenta perfecta. Según la ENCODAT, la edad de inicio en el consumo de alcohol en México es entre 12 y 13 años. Las consecuencias del consumo temprano pueden ser irreversibles, ya que el cerebro adolescente aún está en desarrollo: adicción, daño neurológico y dificultades emocionales a largo plazo son algunos de los riesgos. ¿Cómo romper este ciclo? Primero, mediante prevención primaria con enfoque cultural. Es urgente promover nuevas narrativas que valoren la moderación, sin perder el sentido festivo de nuestras tradiciones. Segundo, con educación emocional desde la infancia. Las escuelas deben enseñar habilidades para la vida: manejo de emociones, resolución pacífica de conflictos, empatía y control de la frustración. Estas herramientas son alternativas reales y sanas. La relación entre el alcohol y la violencia intrafamiliar es compleja, pero se puede prevenir. Es momento de romper con la narrativa que glorifica el exceso y construir una nueva, basada en el respeto, la sobriedad y la salud emocional. Desde Punto Cenit queremos recordarte que la verdadera fortaleza no está en la satisfacción que el alcohol ofrece, sino en construir vínculos familiares sanos. Cada paso hacia la prevención es un paso hacia hogares más seguros y comunidades en armonía. Sigamos trabajando, juntos, por la paz. *Directora del Instituto Municipal para la Paz Intrafamiliar