La caja

MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA
Viernes 03 de Octubre de 2025 11:56 am
La caja MARIA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA HAY secretos que pesan como piedras en el estómago. Esos que guardamos en cajones tan profundos del alma que ni siquiera nosotros queremos abrirlos. Decisiones que tomamos, acciones que ejecutamos, momentos donde fuimos capaces de lastimar a otros o a nosotros mismos de maneras que jamás pensamos posibles. Y ahí están, esos secretos, acechando cada madrugada. Susurrando que si alguien se entera nos van a rechazar, a señalar, a castigar. Que no merecemos amor si supieran realmente quién somos cuando nadie mira. Así construimos prisiones invisibles donde nosotros mismos somos carcelero y prisionero a la vez. La vergüenza es un acosador implacable que se alimenta del silencio y crece en la oscuridad. Nos mantiene despiertos calculando qué pasaría si se revela lo que tanto guardamos. Porque bien dice esa antigua sabiduría: quien peca es esclavo de su pecado, hasta que la verdad no lo libere. Y esto trasciende cualquier dogma religioso. Es pura realidad psicológica que afecta nuestro cuerpo y nuestra mente. Cuando guardamos secretos traumáticos, nuestro cerebro permanece en estado de alerta constante. La amígdala se mantiene activada como si estuviéramos en peligro real. Estudios neurológicos demuestran que las personas que cargan secretos significativos producen treinta por ciento más cortisol durante el sueño, explicando esas pesadillas recurrentes donde el pasado nos visita sin avisar. Es entonces cuando aparecen esos recuerdos que creíamos enterrados para siempre, que pensamos habíamos olvidado completamente. Un olor, una situación similar, una conversación casual, y ahí está otra vez esa sensación de culpa corroyendo por dentro como ácido. Pero si hemos hecho el trabajo interno necesario, algo mágico sucede: nos damos cuenta de que ese recuerdo ya no nos define ni nos controla. Porque la verdadera liberación llega cuando podemos decir sin temblor en la voz: "Sí, me equivoqué. Lo acepto completamente. He analizado mis motivaciones, he trabajado en mis patrones destructivos, y he elegido actuar diferente porque de ese error doloroso aprendí. Hoy elijo conscientemente en favor de la vida y el amor." No se trata de minimizar el daño causado o justificar comportamientos que hirieron. Se trata de entender que cargar eternamente con la culpa no repara el pasado, pero sí puede destruir sistemáticamente el presente y el futuro. La verdadera reparación está en la transformación genuina que demuestra con hechos que la lección fue aprendida profundamente. Los secretos que guardamos por vergüenza se convierten en veneno que tomamos cada día esperando que cure nuestro dolor. Pero cuando elegimos la verdad, cuando integramos esos errores como parte natural de nuestra historia de crecimiento, la cárcel emocional se convierte en escalón hacia una versión más auténtica de nosotros mismos. Liberarse no significa necesariamente gritarlo a los cuatro vientos o hacer confesiones públicas. Significa trabajar terapéuticamente con esas sombras hasta que dejen de tener poder destructivo sobre nosotros. Significa elegir conscientemente a quién le damos el privilegio sagrado de conocer nuestra vulnerabilidad más profunda. Cuando finalmente podemos integrar nuestros errores sin que nos definan, cuando podemos hablar de ellos sin que nos destruyan, es cuando realmente comenzamos a vivir libres. Es cuando esos fantasmas del pasado se transforman en maestros de compasión. Innovemos algo ¡ya! Dejemos de ser esclavos de nuestros secretos más oscuros. Convirtamos esos errores del pasado en maestros de compasión que nos enseñen a elegir mejor cada día que amanece. innovemosalgoya@gmail.com