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LA PALABRA DEL DOMINGO



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

¡Árbol, arráncate de raíz! (Lc 17, 5-10)


Domingo 05 de Octubre de 2025 7:48 am


EN aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”.

La lección es clara: no se trata de la cantidad de fe, sino de hacer fructificar la fe, por pequeña que sea. La fe es algo radical, un don de Dios que recibimos en el Bautismo y que penetra en nuestro ser por obra del Espíritu Santo. Si conservamos viva la fe (aunque sea diminuta), Dios la hará crecer y dará frutos para realizar sus planes de salvación para la humanidad.

Tener fe es aceptar, libre y voluntariamente, las verdades eternas que Dios nos ha revelado en Jesucristo, su hijo muy amado. Tener fe es entregarnos totalmente a Cristo Jesús, incorporándonos con valentía a su obra de salvación. Para dar esta respuesta de fe, es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos mueve con el auxilio del Espíritu Santo, quien perfecciona constantemente nuestra fe con sus dones.

Esto no significa solamente estar dispuestos a dar la vida por la fe, sino algo que, en muchos casos, es más difícil: vivir nuestra fe día con día, cumpliendo lo que Dios quiere de nosotros. Estudiar, evangelizar, contagiar la alegría de vivir en gracia de Dios, luchar contra los males e injusticias del mundo, promover la fraternidad, la paz y el amor.

Es necesario seguir confiando en la promesa de Dios, que está empeñado en hacer nuevas todas las cosas. Esta fe nos da la seguridad de que Jesús, en la cruz, ha vencido y dominado el poder del pecado y de la muerte. San Pablo nos recomienda conservar y fortalecer ese tesoro de la fe con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.

El apóstol San Pedro habló así a los fieles creyentes de la primitiva Iglesia:

“Por esta razón, ustedes brincan de alegría, aunque todavía tengan que sufrir diversas pruebas, para que su fe resulte más preciosa que el oro. Para alabanza y gloria de Jesucristo, a quien ustedes aman sin haberlo conocido, y creen en él ahora, sin verlo. Por eso gozan de una alegría inefable y gloriosa, porque van a alcanzar el fin de la fe: la salvación de las almas”.

Amigo, amiga: La eucaristía es un misterio de fe y, al mismo tiempo, una acción de gracias a Dios por esa fe que nos ha concedido, integrándonos a la propagación del evangelio. ¡Arriba los corazones! Celebremos, en unión con todo el mundo católico, la proclamación universal de fe y de amor a Jesús, bajo la protección maternal de María, madre y modelo de la Iglesia.