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Recurso Humano; ciclos terminados



BRUNO MORFÍN CRUZ*


Jueves 09 de Octubre de 2025 9:59 am


Recurso Humano; ciclos terminados

BRUNO MORFÍN CRUZ*

EN el trabajo, como en la vida, todo tiene un ciclo. Hay momentos de inicio, de entusiasmo, de crecimiento… y también momentos de cierre. A veces los ciclos se terminan sin previo aviso; otras, los prolongamos más de lo necesario por miedo, costumbre o simple inercia. Pero lo cierto es que todo ciclo que se alarga más allá de su propósito empieza a desgastarse, y ese desgaste se nota: en la actitud, en los resultados y, sobre todo, en la esencia de las personas.

Con frecuencia escuchamos a los empresarios o empleadores decir que “dar de baja” a un colaborador es parte natural del negocio, un trámite administrativo más. Sin embargo, pocas veces se reconoce el impacto profundo que tiene una salida laboral, no solo en quien se va, sino en todo lo que queda alrededor. Cuando una persona se va, se lleva consigo experiencia, conocimiento, relaciones y, en muchos casos, parte del espíritu de la organización.

Detrás de cada despido, renuncia o separación hay una historia… historia de alguien que, en algún momento, creyó, soñó y trabajó con ganas. Y cuando ese compromiso se rompe, ya sea por desinterés, falta de reconocimiento o simplemente porque el propósito ya no es el mismo, se genera una grieta que permea en toda la empresa.

Muchos patrones aún no dimensionamos cómo esa rotación constante afecta la calidad de nuestros productos y/o servicios, el ambiente laboral y el sentido de pertenencia del resto del equipo. Cada salida genera incertidumbre, desconfianza y, a veces, desmotivación. Los colaboradores que permanecen empiezan a preguntarse: “¿Seré el siguiente?”, “¿Vale la pena dar más?”. Y así, poco a poco, el compromiso colectivo se diluye.

Por otro lado, quienes buscan empleo o deciden permanecer en un puesto también deben mirar con honestidad su propio ciclo. Todos trabajamos para dignificarnos, sustentarnos económicamente, pero también buscando desarrollo personal y profesional. Por eso, cuando ese trabajo ya no inspira, cuando el aprendizaje se detiene y los días se vuelven una rutina sin sentido, es momento de hacer una pausa y preguntarse si el ciclo ha llegado a su fin.

No se trata de abandonar a la primera dificultad, sino de reconocer cuándo ya no hay crecimiento posible. Terminar un ciclo no debería verse como un fracaso, sino como parte natural del desarrollo humano y profesional. Lo verdaderamente valioso es cómo transitamos ese ciclo: con compromiso, con empeño y con carácter. No importa cuánto dure, sino cuánto mejoramos durante su recorrido.

Si tanto el colaborador como el empresario entendieran que todo ciclo tiene un propósito y una fecha de cierre, viviríamos relaciones laborales más honestas, más humanas y, sobre todo, más productivas.

Porque los ciclos no se rompen, se completan; lo importante es salir con la satisfacción de haber dado lo mejor y dejar espacio para que otro ciclo, lleno de nuevas motivaciones, pueda comenzar.


*Director General de Soluciones Integrales de Negocios.