Fisioterapia

LISSETTE VIRIDIANA PÉREZ GÓMEZ
Viernes 10 de Octubre de 2025 1:11 pm
UN día, a la edad de diez años, Beto me dijo “no puedo
bajar las escaleras con mi silla de ruedas yo solo, pero si me ayudas, puedo
intentarlo”. Esto cuando hacíamos una práctica en las escaleras del CRIT,
mientras su mamá me miraba angustiada, y tratando de que Beto no se diera
cuenta del temor que sentía, pero confiando en mí y en lo que hacíamos. Esa
escena sucede una mañana cualquiera en el Teletón, y resume lo que significa
para mí ser fisioterapeuta: acompañar, motivar y celebrar cada pequeño gran paso. Cada día, cada terapia, es mucho más que una sesión: es un
acto de esperanza. Nos enfrentamos al reto de transformar no solo al niño, sino
su mundo entero. Queremos que se sienta seguro, capaz y orgulloso de lo que
logra; que sus compañeros, amigos y familia no vean límites, sino puertas
abiertas. Aunque se dice fácil, no lo es. Hemos invertido toda una
carrera universitaria, incontables cursos, certificaciones, talleres y más para
mantenernos actualizados y contar con las herramientas necesarias para ayudar a
cumplir esos objetivos. Y como todo profesionista, sacrificamos eventos
personales, enfrentamos problemas de salud y emocionales, no por un precio que
hay que pagar, sino porque realmente amamos lo que hacemos. Cada pequeño avance, cada sonrisa, cada gesto de confianza,
nos recuerda por qué elegimos este camino. Aunque a veces las cosas son
agridulces, permanecen en nuestro recuerdo. Eso nos ayuda a comprender cuán
frágiles son las cosas y lo afortunados que somos por haberlos conocido y por
permitirnos servirles. Trabajar con ellos nos hace olvidar lo que nos pasa;
encontramos esa luz en momentos difíciles. Porque si ellos pueden hacerlo,
nosotros también. Porque detrás de cada objetivo cumplido hay una historia que
cambia, una vida que florece. Y no hablo solo de los fisioterapeutas, sino de
todo el equipo multidisciplinario que está detrás de cada paciente: médicos,
especialistas, trabajadores sociales, psicólogos, terapeutas ocupacionales, de
lenguaje, pedagogos... cada uno, desde su trinchera, entrega lo mejor de sí con
compromiso y vocación. Si hay algo de lo que estoy segura, es que todos los que
forman parte de este maravilloso lugar llamado Teletón son profesionales
excepcionales, apasionados por lo que hacen. Su calidad humana y profesional se
refleja en cada consulta, en cada sesión, en cada gesto de empatía que
transforma vidas. En el Teletón, no solo rehabilitamos cuerpos: también
fortalecemos corazones, reconstruimos confianza y sembramos esperanza. Cada
historia nos recuerda que el verdadero progreso no siempre se mide en
centímetros recorridos, sino en el valor de intentarlo, en el brillo de los
ojos que se atreven a mirar más allá del miedo. Ser fisioterapeuta en este lugar es ser testigo de milagros
cotidianos, de luchas silenciosas y de victorias que merecen ser celebradas con
el alma. Gracias a cada familia que confía, a cada niño que se atreve y a cada
colega que entrega su vocación con generosidad. En Teletón, cada paso cuenta. Y cada paso, por pequeño que
parezca, nos acerca a un mundo más humano. Cada historia nos recuerda que el
verdadero cambio comienza con un gesto de confianza. En Teletón, cada paso que
damos está acompañado por manos generosas que creen en el poder de la empatía,
la rehabilitación y el amor. Si alguna vez te has preguntado cómo puedes ser parte de
esta transformación, la respuesta es sencilla: tu apoyo, por pequeño que
parezca, puede marcar una gran diferencia. Porque detrás de cada logro hay una
red de corazones que hacen posible lo imposible.
*Fisioterapeuta en CRIT Estado de México