PUNTO CENIT

MAYRA EDITH MARTÍNEZ
Mentes en pausa
Viernes 10 de Octubre de 2025 1:05 pm
HABLAR de salud mental es más urgente que nunca. Aunque
hemos ganado espacios para visibilizar el bienestar emocional, el contexto
actual exige que miremos más allá de los diagnósticos tradicionales. Hoy
vivimos una forma de agotamiento menos visible, pero profundamente extendida:
el síndrome de burnout derivado de la hiperconectividad, el multitasking
(realización de varias tareas a la vez) digital y la imposibilidad real de
desconectarnos. Este síndrome, reconocido por la OMS en la CIE-11 como un
fenómeno ocupacional, se manifiesta en tres dimensiones: agotamiento emocional,
desapego mental del trabajo y disminución del rendimiento. Aunque el DSM-5-TR
no lo clasifica como trastorno clínico, sí reconoce la influencia de los
factores psicosociales (como el entorno laboral) en el malestar emocional. Sin embargo, el fenómeno ha superado el ámbito laboral
tradicional. Hoy se presenta en padres y madres sin red de apoyo, estudiantes
hiperexigidos, trabajadores freelance atrapados entre pantallas, y personas que
sienten culpa por descansar. El cansancio ya no proviene solo de lo físico,
sino del exceso de estímulos, decisiones y expectativas que saturan el día a
día. Lo más preocupante es que este estado se ha naturalizado. Hemos empezado a
ver como “normal” vivir permanentemente cansados. Podemos observar cómo esta fatiga mental afecta funciones
ejecutivas clave: la atención sostenida, la toma de decisiones y la capacidad
de establecer límites saludables. La exposición constante a microestresores
digitales como notificaciones, correos pendientes o la ansiedad de “estar
perdiéndose algo” (FOMO”, fear of missing out) mantiene al sistema nervioso en
un estado de alerta crónica, que altera significativamente el equilibrio
neuropsicológico. Esto no solo impacta el rendimiento diario, sino que reduce
la capacidad de recuperación emocional y física. Además, este fenómeno no puede analizarse sin considerar
las desigualdades sociales que lo agravan. No todas las personas tienen el
privilegio de elegir cuándo pausar. La presión económica, la precarización del
trabajo y la falta de acceso a servicios de salud mental profundizan el
desgaste emocional y amplifican la sensación de estar atrapados en un sistema
que no permite detenerse. La salud mental también es un asunto de justicia
social. Lo preocupante es que este cansancio se ha normalizado.
“Así es la vida ahora”, se dice con resignación. Pero no: es la consecuencia de
una cultura que ha confundido valor personal con productividad, presencia con
disponibilidad y descanso con ineficiencia. La solución no es solo individual. Se requiere un cambio
estructural: jornadas laborales más humanas, derecho real a la desconexión,
educación emocional desde la infancia y modelos de éxito que no se basen en el
sacrificio constante. Desde la psicología, debemos acompañar estos procesos,
pero también cuestionar los sistemas que generan este malestar colectivo. La recuperación de la salud mental demanda un abordaje
integral, donde la responsabilidad no recaiga exclusivamente en cada individuo.
Es fundamental promover redes de apoyo comunitarias y laborales que reconozcan
la vulnerabilidad como parte de la experiencia humana y fomenten espacios
seguros para la expresión y la reparación emocional. Desde Punto Cenit, te invitamos a reflexionar qué
entendemos por salud mental en esta era. No se trata de volver atrás, sino de
construir un presente más habitable, donde pausar no sea un lujo ni una culpa.
En un mundo que nunca se detiene, detenerse no es fracasar: es resistir un
modelo que nos exige apagarnos para encajar.
*Directora del Instituto Municipal para la Paz
Intrafamiliar