ESTACIÓN ESPERANZA
VLADIMIR PARRA BARRAGÁN
Polarización global: entre el agonizante y el naciente
Lunes 27 de Octubre de 2025 1:09 pm
EN un mundo fracturado por visiones opuestas
del futuro, la polarización política domina nuestra era. El ascenso de la
ultraderecha en el mundo, encarnada en figuras como Javier Milei o Donald
Trump, choca contra el resurgimiento de izquierdas progresistas, como las de
Lula en Brasil o Claudia Sheinbaum en México. Según la ONU, en 2025 el 60 por
ciento de las democracias reportan un aumento en la polarización, amplificada
por redes sociales que exacerban extremismos. En este limbo histórico resuena la frase del
exvicepresidente de Bolivia y pensador marxista Álvaro García Linera, quien
describe la transición caótica del capitalismo neoliberal a formas alternativas
de organización social como un periodo en el que “lo nuevo no acaba de nacer y
lo viejo no acaba de morir”. Es así que lo “viejo” (el libre mercado
desregulado, el Estado mínimo y la globalización depredadora) se resiste a
extinguirse, aferrado a sus privilegios. Mientras, lo “nuevo” (modelos de
economía solidaria, derechos colectivos y soberanía popular) lucha por emerger,
sofocado por diversas crisis económicas, sociales o medioambientales. La ultraderecha, con su retórica de “libertad”,
predica una emancipación individual pero selectiva: libertad económica absoluta
para corporaciones y élites, a costa del bienestar colectivo. En su versión
anarcocapitalista, el Estado y los apoyos sociales se reducen, y se privatizan
la justicia y la seguridad. Esta ideología deja a los más necesitados en las
calles. En Argentina, las políticas de Milei han disparado la pobreza al 57 por
ciento; el 70 por ciento de los argentinos no llega a fin de mes y, por recortes
en subsidios, se expulsa a familias enteras a la indigencia. Mientras, en EU,
se abandona al 40 por ciento de indigentes (veteranos y precarizados) a un
mercado que prioriza las ganancias. En México también pasa: la oposición se
radicaliza. Recientemente, el PAN reestrenó su logo y su eslogan en un evento
que busca “refrescar” su imagen rumbo a 2027. Pero el lema “Dios, Patria y
Familia” desentona con esa modernidad y evoca directamente el grito fascista de
Benito Mussolini, usado en la Italia de los años treinta para unir
clericalismo, nacionalismo exacerbado, represión y autoritarismo: un eco que
resuena a retroceso. Frente a esto, urge
encontrar modelos alternativos al libre mercado desbocado. Sin Estado
regulador, el mercado no es neutral: es un depredador que premia la acumulación
sobre la distribución. En este sentido, el humanismo mexicano emerge
como la opción más viable para un avance de izquierda, pues además de haber
sacado a 13.4 millones de personas de la pobreza, a diferencia del
anarcocapitalismo, cultiva solidaridad colectiva, equilibrando lo material
(salud, educación gratuita) con los ideales (revolución de conciencias contra
la corrupción). E incluso ahora, con la primera mujer presidenta, Claudia
Sheinbaum, se extiende esta visión con énfasis en género y medio ambiente,
resistiendo presiones neoliberales. La polarización parece ser el parto doloroso de
lo nuevo. Rechazar la ultraderecha no es dogmatismo, sino apostar por la
equidad. El humanismo mexicano, que prioriza al pueblo sobre las élites, ofrece
un faro: una izquierda pragmática, culturalmente arraigada, que transforma sin
destruir. Solo así lo viejo morirá y lo nuevo nacerá, y lo hará no en calles de
miseria, sino en comunidades de esperanza y prosperidad compartida.
*Director de Ciapacov
