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“Lo que eres me distrae de lo que dices”



VIRIDIANA VALENCIA*


Lunes 27 de Octubre de 2025 1:10 pm



EL Fovissste es una colonia que el tiempo dejó en medio del mapa de Colima. Quedó al centro, pero (como sucede en muchos de nuestros territorios) ese centro no se tradujo en prioridad. Una colonia que nació hace más de cuarenta años y que se trazó como un entramado de andadores, de patios mínimos y de puertas abiertas a media tarde; un sitio donde muchas maestras y maestros jubilados terminaron su vida laboral con la esperanza (muy legítima) de un retiro en calma. Es también un punto donde jóvenes rentan cuartos para continuar su vida académica lejos de casa. Ese fue mi caso y el de centenares más que han tenido que dejar la comodidad o la ausencia de oportunidades por cumplir sus anhelos.

El Fovi no es una colonia marginal ni periférica: es el corazón de muchas biografías colimenses. Y, aun así, la historia y las autoridades municipales la han tratado como si fuera una orilla. Ahí donde ni la justicia social, ni la justicia urbana, ni el derecho a la ciudad aparecen, porque Colima, como muchas otras urbes del mundo, privilegia lo que produce, lo que se ve bien, lo que aporta una estética de consumo.

En esta colonia crecieron mis dos primeros hijos, en un ambiente que mezclaba la quietud y la tranquilidad que solía enorgullecernos como ciudad. Todavía me acuerdo de mis vecinos: el señor Parker, siempre en su silla cuando caía la tarde, y el profe Camarillo, que saludaba y entregaba una sonrisa como forma de vivir. Colonias como ésta en Colima aún hay muchas: respiran, sobreviven, reclaman atención, pero no se les escucha.

Volví acá porque vecinas y vecinos me hablaron. Y lo que encontré no fue un hecho aislado, sino la repetición de un patrón que ya se volvió paisaje municipal: jardines con maleza que alcanza la cintura, lámparas fundidas que llevan más de un año reportadas, banquetas quebradas por raíces sin control, rejillas sin tapa, andadores que de noche son refugio de sombras.

Una vecina me contó de las caídas de adultos mayores: caderas rotas, rodillas fracturadas, meses de rehabilitación… todo por algo tan simple como una luminaria que nunca llegó. El abandono es la nueva política pública del gobierno municipal.

Y lo peor no es el deterioro físico, sino el costo emocional: la sensación de estar hablando con una autoridad sorda. Llaman, reportan, les dan folios de seguimiento que nadie sigue, insisten… y nada. El discurso se multiplica justo donde los hechos se evaporan.

He sostenido siempre que un espacio público oscuro es incubadora de inseguridad. A veces pienso que exagero, hasta que recuerdo lo que veo cuando salgo a correr por las mañanas: cuatro jardines en mi ruta de cinco kilómetros, los mismos cuatro con el mismo paisaje. En vez de disfrutar el primer golpe de endorfinas, termino apretando los dientes para espantar el miedo.

Y es inevitable la comparación: un alcalde que “invierte” cientos de miles de pesos en fotos con artistas, mientras los espacios públicos (esos que son el primer rostro de la igualdad social) se pierden en maleza y penumbra. Pedro Salinas lo escribió con precisión que atraviesa siglos: “Lo que eres me distrae de lo que dices”. La imagen cubre la omisión.

A veces quisiera decir que la desatención sólo es periférica, pero el actual gobierno municipal nos ha demostrado que, en omisiones y desatención, es absolutamente democrático.

Lo bueno (y no es un consuelo menor) es que el pueblo de Colima sigue lleno de gente que no baja la guardia: quien barre su andador, quien poda lo que la autoridad no podó, quien llama por cuarta vez para reclamar que la luminaria de la cancha sigue fundida. Esa persistencia es la grieta por donde entra la esperanza. Comencemos.

 

*Secretaria de Bienestar, Inclusión Social y Mujeres del Gobierno del Estado de Colima.