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El Tata me asusta



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA


Viernes 07 de Noviembre de 2025 9:03 am


HAY un olor que no se olvida. A colonia vieja, a jabón rancio, a sudor. A piel arrugada, a ese abrazo que dura demasiado. Hay manos que pesan más de lo que deberían pesar. Y hay silencios en las familias que gritan más fuerte que cualquier palabra.

Ese abuelito bonachón. Ese Tata ya grande, cansado, que hay que cuidar. Mamá lo saluda sin mucho afecto, pero lo obedece. Papá lo respeta, aunque no lo mira a los ojos. Todos atienden al  “Tata” como un rey, a los nietos se les obliga a saludarlo, abrazarlo y quererlo…

Pero hay algo en el cuerpo que sabe. Algo en la piel que se eriza. Algo en el estómago que se revuelve cuando él se acerca. “El Tata me asusta” … Todos callan. Nadie se detiene a mirar ese rechazo infantil que no tiene palabras y que anuncia dolor.

Si estás leyendo esto y algo resuena en ti, quiero que sepas que no estás equivocado. Tu cuerpo nunca miente. Hay abuelos que son santuarios de amor. Y hay otros que llevan secretos que han dañado generaciones enteras. Esos que ejercieron poder y control en las mujeres de su casa. Primero la esposa. Luego las hijas. Después las nietas y hasta las nueras, comadres, hermanas y primas las toma en cuenta. Un patrón de terror disfrazado de autoridad, encubierto por familias que aprendieron que las apariencias eran más importantes que la protección.

Hablemos con claridad y ternura: cuando ese “Tata” abusa sexualmente, muestra material inapropiado o toca de manera incómoda, no es un anciano confundido. Es alguien que lleva décadas perfeccionando su impunidad. Sabe que su familia eligió callarlo. Nadie lo detuvo cuando cruzó límites y con cada silencio, creció su certeza: puede seguir haciéndolo.

El daño es profundo. Los nietos quedan atrapados en un conflicto imposible: este hombre es el padre de mamá. Si hablo, la lastimo. Si hablo, no me creerán. Entonces el cuerpo se congela. El sueño desaparece. La personalidad de la pequeña víctima se fragmenta, pudiendo desarrollar trastornos límite, bipolaridad, incluso esquizofrenia. Crecen enredándose en relaciones abusivas, humillantes, donde son cosificadas, las víctimas de ese “abuelo” repiten el patrón de vínculo y ese supuesto “amor” como lo conocieron.

Las consecuencias son devastadoras cuando “Tata” vive en casa. Cuando hay que atenderlo, respetarlo, mientras por dentro estás gritando. Ahí se quiebra algo esencial. Se borran los límites entre lo real y lo insoportable.

Innovemos algo ¡ya! Si algo de esto te toca, habla con tus hijos sobre los secretos familiares, incluso si involucran al “Tata”. Mira, nombra, saca a la luz con amor pero con firmeza. Denuncia aunque sea un anciano. Pon límites claros: protégé tu casa. No lleves a tus hijos donde ese hombre esté presente. No importa si es Navidad. Los años no borran el abuso. Tu lealtad es con tus hijos, no con el silencio; estarás haciendo lo correcto.

innovemosalgoya@gmail.com