LA PAZ NO SE EXIGE, SE CONSTRUYE
CARLOS ANTONIO CÁRDENAS ROQUE
Martes 11 de Noviembre de 2025 8:35 am
HAN pasado 9 días desde el atentado contra Carlos Manzo, presidente
municipal de Uruapan, Michoacán. En medio de la conmoción nacional, las redes
sociales se llenaron de comentarios, juicios y conjeturas que reflejan el
desconcierto de una sociedad que parece estar acostumbrada, aunque no
resignada, a la violencia política. Este lamentable hecho, más allá de su
gravedad inmediata, nos obliga a mirar con detenimiento el deterioro que
atraviesa nuestro país. Durante días evité escribir o hablar sobre el tema, quizá por la sensación
de impotencia que deja cada nuevo hecho violento. Pero el silencio, en momentos
como este, también puede ser una forma de complicidad. Y estoy seguro de que
usted y yo no queremos ser parte de ello. Hoy, más que nunca, vale la pena preguntarnos si la
realidad que padecemos a lo largo y ancho de México tiene todavía remedio.
Quiero pensar que sí. Es innegable que la violencia parece haberse extendido por todo el país.
Cada día anhelamos la paz; deseamos, con el corazón, la tranquilidad de saber
que nuestras familias estarán en casa sanas y salvas. Todos lo sentimos. Todos
lo vivimos. Todos lo añoramos. Pero también estoy convencido de algo: culpar
únicamente a los gobiernos es quedarnos cortos. Sí, es su deber garantizar la seguridad y la justicia, pero la paz no se
construye desde arriba, sino desde adentro y desde abajo. Es tarea de todas y
todos. Nos toca poner de nuestra parte y asumir que la reconstrucción del
tejido social comienza en casa, con la familia, en la escuela, en la calle y
con el ejemplo cotidiano. Repartiendo culpas no avanzamos. Construyendo
conciencia, sí. Por eso propongo siete acciones sencillas que pueden ayudarnos a recuperar
un poco de la paz que tanto necesitamos: 1. Reforzar desde casa la educación y los valores de nuestras niñas, niños,
adolescentes y juventudes: enseñarles el respeto a los mayores, a la autoridad,
al medio ambiente y a la propiedad privada. En casa se siembra el civismo y el
amor por la vida. 2. Limitar la música que haga apología del delito. No podemos normalizar la
violencia ni glorificar a quienes la ejercen. La cultura también educa, y lo
que escuchamos influye en lo que creemos posible o deseable. 3. Restringir la venta de alcohol. Menos excesos, menos riesgos, más vidas
preservadas. La prevención también es una forma de cuidar. Fomentar la cultura
del diálogo y la resolución pacífica de conflictos. Enseñemos que discutir no
es pelear, que pensar distinto no nos hace enemigos. 4. Recuperar los espacios públicos y promover actividades comunitarias que
fortalezcan la convivencia y el sentido de pertenencia. 5. Impulsar campañas ciudadanas de prevención del delito. 6. Fomentar el consumo responsable de información. No compartamos noticias
falsas, videos violentos, fotos o mensajes que generen odio. La paz también se
construye con lo que decidimos difundir. 7. Reconocer y apoyar a las y los policías que sí cumplen con honor su
deber. No todos son iguales. Hay quienes arriesgan su vida por protegernos;
dignificar su labor también fortalece la seguridad. Estoy seguro de que la paz no llegará por decreto ni por castigo. Llegará
cuando entendamos que somos corresponsables. La paz no se exige: se construye,
se enseña y, sobre todo, se contagia.
¿Estamos dispuestos, como sociedad, a hacer lo que nos toca para que la paz
deje de ser un anhelo y se convierta en realidad? Quiero pensar que sí. ¿Y tú?
