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Cuidar la porcicultura es cuidar la mesa mexicana



JUAN AUGUSTO HERNÁNDEZ RIVERA*


Jueves 04 de Diciembre de 2025 10:44 am



LA carne de cerdo es un alimento habitual en la cocina mexicana. Sus preparaciones forman parte de celebraciones, platillos caseros y opciones económicas para millones de familias. Pero detrás de esa presencia cotidiana existe una realidad que no siempre se comenta: la sanidad, el abastecimiento y las medidas de prevención que permiten que este producto llegue seguro a la mesa. En un año como 2022, cuando la proteína porcina fue la más producida en el mundo, México ocupó el octavo lugar tanto en producción como en consumo, con mil 590 miles de toneladas y 25 kilogramos per cápita, respectivamente. Aun así, seguimos dependiendo del exterior, ya que cerca del 43 por ciento de la carne que consumimos proviene de importaciones.

Este panorama representa un reto importante. En la última década, la población ha crecido, el ingreso per cápita ha aumentado y el consumo de carne de cerdo mantiene una tendencia sostenida, con proyecciones de incremento anual cercano al 1 por ciento hacia 2030. Esta combinación obliga a fortalecer la producción nacional, pero también a asegurar que todo lo que entra al país cumpla con los estándares de sanidad que protegen tanto a los consumidores como a los propios productores.

Dentro de los riesgos que se vigilan continuamente destaca la Peste Porcina Africana (PPA), una enfermedad viral que afecta exclusivamente a cerdos y jabalíes. No representa peligro para las personas, pero sí puede generar impactos severos en la porcicultura. México nunca ha registrado un caso de esta enfermedad, lo que es una fortaleza y, al mismo tiempo, un compromiso. Para conservar ese estatus, cada lote de carne o producto porcino que llega del extranjero pasa por revisiones que buscan garantizar que todo se encuentre libre de agentes patógenos.

La PPA tiene antecedentes importantes en el mundo. Desde 2007 se ha detectado en países de Asia y Europa, y en el continente americano ha sido reportada en Cuba, Haití, Brasil y, más recientemente, en República Dominicana. Su capacidad para propagarse y las pérdidas económicas registradas en otras regiones han colocado a esta enfermedad en el centro de la vigilancia zoosanitaria global. Por ello, cuando algún país presenta casos confirmados, las autoridades sanitarias mexicanas aplican medidas preventivas, como suspensiones temporales de importaciones provenientes de la zona afectada.

Estas acciones no buscan generar alarma, sino asegurar que la cadena productiva permanezca estable. México depende, en buena medida, de las importaciones para cubrir la demanda interna, por lo que cualquier riesgo sanitario debe manejarse con anticipación. Las estimaciones disponibles señalan que un brote de PPA podría reducir la producción nacional entre un 10 y un 50 por ciento, afectando la disponibilidad de un alimento básico y, con ello, los precios al consumidor. Países de Asia y Europa han documentado efectos similares cuando la enfermedad ingresa sin controles suficientes.

Por eso, reforzar la bioseguridad en granjas, puntos de entrada y sistemas de importación no es exagerado, sino una necesidad. La porcicultura mexicana ha avanzado en productividad, eficiencia y profesionalización, pero mantenerla libre de enfermedades exóticas es un trabajo continuo.

Al final, cuidar la porcicultura es cuidar la comida. Las decisiones técnicas que protegen al país de riesgos sanitarios garantizan que la carne de cerdo siga siendo un alimento disponible, accesible y seguro para las familias mexicanas. Y comprenderlo ayuda a valorar el papel de la ciencia y la vigilancia en algo tan simple, pero tan esencial, como lo que llega a nuestro plato.

 

*Profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la U de C