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El crecimiento del sector informal



ROGELIO SALAZAR BORJAS*


Jueves 11 de Diciembre de 2025 10:10 am



ESTE año que casi termina, más de 32 millones de mexicanos se encuentran ocupados en el sector de la economía informal, cifra sin precedentes en la historia del empleo en nuestro país. Esta cantidad representa el 55 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA).

Es decir, que más de la mitad de la población ocupada no tiene un trabajo regulado ni con seguridad social, implicando con ello una baja competitividad del sector laboral en materia de cobertura de un marco legal. Lo anterior, y considerando la gran cantidad de trabajadores en ese sector, presenta un desafío en varios rubros.

El primero de ellos es una baja calificación de la mano de obra, pues se limitan o cancelan accesos a una capacitación continua y constante de las competencias laborales a través de certificaciones y escalafones laborales que permitan un crecimiento de las habilidades técnicas y científicas de la base trabajadora.

Otra consecuencia es la baja de ingresos y la inestabilidad de los mismos, pues cuando se informaliza la relación laboral o la iniciativa de empleo, aquellos se ven demeritados al no existir un marco regulatorio que garantice un salario mínimo por ley, generando una alta rotación del empleo y, por lo consecuente, pérdida de adiestramientos en trabajos y oficios diversos.

La ausencia de seguridad social detona una serie de restricciones en el tiempo presente y futuro, pues no se registra un historial del trabajador en función de puestos o comisiones de empleo, cotizaciones a las administradoras de fondos para el retiro, incapacidades por enfermedad, gravidez, vejez o riesgos de trabajo que generen limitantes permanentes por accidentes graves o incluso la muerte, dejando desprotegidos a los dependientes económicos por falta de un seguro de vida y un retiro. Y finalmente, el nulo acceso a una pensión o jubilación que permita un ingreso digno en la última etapa de la vida.

Asimismo, la pérdida de oportunidades y crecimientos a escala de sus micronegocios o “changarros”, como coloquialmente se les conoce, al no contar con acceso a servicios formales o ventas a empresas, pues al carecer de una personalidad jurídica o fiscal propia, son prácticamente invisibles a una demanda clientelar que requiera facturación y garantías. De esta manera, aunque existan productos artesanales de extraordinaria calidad o servicios personales de excelencia, se encontrarán confinados a una pequeña producción y, generalmente, a una baja remuneración por su trabajo.

Entre las causas que encontramos más frecuentes a este fenómeno destacan las culturales; por lo general, el mexicano es muy bueno en lo que hace, pero carece de orden y estructura. Así las cosas, es tal su emprendurismo que comienza por instalar en tan sólo un día un negocio, pero le cuesta toda una vida regularizarlo. O sea que es más fácil dar una nota de remisión que compra en una papelería que darse de alta formalmente ante los entes competentes.

Otra razón son los trámites y el tortuguismo de las ventanillas de atención, ya que por lo general no se contratan despachos profesionales que integren las gestiones empresariales del negocio o del individuo, mismas que se encargarían de la regularización, formalización y seguimiento. De esta forma se abre una brecha entre la apatía y el desconocimiento de los pasos administrativos para las altas formales.

Luego entonces, aunque el sector informal de la economía mexicana es muy alto y representa un porcentaje significativo del PIB, la competitividad, la productividad y el crecimiento seguirán estancados. Por lo que es apremiante una estrategia nacional de inclusión que facilite la regulación y permita revertir a este voluminoso sector informal a los cauces estandarizados.

 

*Miembro consultivo del Colegio de Economistas de Colima AC