INDUSTRIA, INNOVACIÓN Y PUERTO
JUAN JOSÉ MEZA NÚÑEZ
La mototaxi del desarrollo
Martes 16 de Diciembre de 2025 9:40 am
HACE poco, un actor político me decía: “A mí nunca me han invitado a la
cámara”. Y es legítimo preguntarlo. Pero también conviene recordar para qué
sirve una cámara empresarial. Las cámaras no son un salón de fotos ni una agencia de colocación
política. Son espacios donde quienes arriesgan capital, generan empleos y pagan
impuestos se organizan para: Proponer políticas públicas basadas en problemáticas
reales, no en ocurrencias, vincular empresas con universidades y tecnológicos
para formar el talento que el mercado realmente necesita, así como para dialogar
con el gobierno para destrabar proyectos, reducir burocracia y mejorar el
entorno de negocios. No necesitamos un divorcio con la autoridad; al contrario, necesitamos
una colaboración madura. Pero colaboración no es aplauso automático. Es decir
la verdad con respeto y sentarse a construir soluciones. Daron Acemoglu, en su libro Por qué fracasan los países, explica
que las naciones no se estancan por falta de talento o recursos, sino por
instituciones que no escuchan, no incluyen y no se corrigen. Cuando las decisiones se toman sin información técnica, sin medición de
impactos y sin diálogo con quienes producen, el resultado no es desarrollo: es
simulación. La academia, por su parte, no puede quedarse en el papel de “invitada
de honor” a los eventos. Tiene que ser socia estratégica para actualizar planes
de estudio, impulsar la formación dual y promover investigación aplicada. Por otra parte, las empresas también tenemos una responsabilidad clara:
abrir puertas, compartir retos reales, participar en consejos académicos y
ofrecer rutas de empleabilidad. Porque si gobierno, empresa y academia no
comparten objetivos claros y resultados medibles, lo que tenemos no es un
proyecto de desarrollo: es una mototaxi sobrecargada de promesas. El desarrollo no ocurre por decreto ni solo por voluntad política.
Ocurre cuando quienes regulan, quienes producen y quienes forman talento
empujan en la misma dirección, bajo reglas claras y con responsabilidades
compartidas. Si cada uno avanza por su cuenta, se desperdicia energía, se duplican
esfuerzos y se pierde competitividad. Por eso, los organismos empresariales no son espectadores. Son órganos
de consulta, instancias técnicas que aportan información real sobre cómo se
mueve la economía, cómo impacta una decisión y dónde están los riesgos y las
oportunidades. Cuando se les escucha, se previenen errores. Cuando se les ignora, se
repiten. No lo olvidemos, estimadas y estimados lectores: las cámaras
empresariales son órganos de consulta reconocidos por ley, no plataformas
políticas ni vehículos de protagonismo personal. La apatía empresarial abrió la
puerta a malos liderazgos que, en su momento, comprometieron al gremio y
rompieron confianzas justo cuando más se necesitaba UNIDAD. Cuando se desvirtúa la función del liderazgo empresarial, el desarrollo
se vuelve una mototaxi improvisada: sin manual, con engranes mal alineados y
con una carga mal distribuida. Una cámara no existe para negociar en lo
“oscurito” ni para construir liderazgos personales, sino para articular datos,
experiencia y propuestas técnicas que conviertan ese motor disperso en un
verdadero vehículo de desarrollo compartido. La única vía sensata es construir puentes permanentes, no reuniones
esporádicas. De esta manera se transforma el presente y se define el futuro. El resto son solo palabras… Colaboración y visión compartida para una industria fuerte.
*Presidente de Canacintra
