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EL CENTINELA DEL AUTISMO



VÍCTOR MANUEL VILLALOBOS CHÁVEZ

Renunciar también es asumir responsabilidad


Viernes 19 de Diciembre de 2025 12:00 am



QUIERO compartir públicamente algo que, para mí, no es menor: he presentado mi renuncia al cargo honorífico de consejero del sector discapacidad ante la Junta de Asistencia Privada del Estado de Colima.

Lo hago con absoluto respeto a la institución y a las personas que ahí participan. Es, sencillamente, una decisión tomada en congruencia con mis principios y con la realidad que viven las instituciones que trabajamos todos los días con y para las personas con discapacidad.

Un cargo honorífico no tiene sueldo, pero sí tiene un peso ético: implica representar a un sector, ser voz de muchas instituciones y defender que las decisiones realmente les favorezcan. Cuando esa voz no es escuchada, cuando los procesos administrativos se sienten más como muro que como puente, y cuando lo que “en papel” parece ordenado, en la práctica termina afectando la operación, la planeación y las expectativas de las IAP, entonces es necesario detenerse y preguntarse si seguir ahí ayuda o estorba.

No creo en la representación que solo sirve para legitimar acuerdos ya decididos. No quiero ser parte de una inercia que aprueba sin analizar a fondo las consecuencias que esas decisiones tendrán en la vida cotidiana de niñas, niños, jóvenes, personas mayores, familias enteras que dependen de las instituciones de asistencia.

Parece poco: un ajuste, un criterio, un porcentaje, unos “pesos más o menos”. Pero detrás de cada decisión hay servicios que se sostienen o se caen, proyectos que avanzan o se frenan, usuarios que son atendidos o se quedan fuera. Lo que desde un escritorio puede verse como un trámite menor, para una institución puede significar si alcanza para el transporte, para el equipo, para el personal o incluso para seguir operando.

Por eso decidí renunciar. Porque, si al compartir la experiencia que vivimos las instituciones, la respuesta es el silencio, la minimización o la cerrazón, entonces no es el espacio donde pueda ejercer mi vocación de servicio. Si mi presencia se interpreta como aval automático a decisiones con las que no coincido, prefiero no estar. No quiero ser parte de un perjuicio disfrazado de procedimiento correcto.

Quiero dejarlo claro: no descalifico a quienes han decidido permanecer. Cada quien sabe desde dónde puede seguir aportando. En mi caso, hoy el lugar desde donde mejor puedo defender los derechos de las personas con discapacidad es fuera de ese consejo, trabajando desde las trincheras que conozco: la operación diaria, la gestión, la incidencia directa, el acompañamiento a familias y organizaciones.

Las juntas, consejos y comités deberían ser espacios vivos de diálogo, de escucha y de construcción colectiva, porque, como dijo Tagore: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Cuando la forma termina anulando el fondo y cuando la estructura pesa más que la realidad de las personas a las que, se supone, se sirve, algo está fallando.

Renuncio al cargo, pero no a la causa. Dejo la silla, pero no dejo la lucha. Y lo hago con la convicción de que servir no es acomodarse donde “se ve bien”, sino mantenerse donde todavía es posible decir lo que incomoda y actuar en favor de quienes menos voz tienen.

Seguiré alzando la voz, aunque ya no lo haga desde ese espacio. Porque los títulos son temporales; la responsabilidad con la discapacidad y con la dignidad humana no lo es.

 

*Director ejecutivo de Fundación Mexicana de Autismo TATO