ALGO MÁS QUE PALABRAS
VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO*
Tiempo para la reflexión y los buenos deseos
Martes 23 de Diciembre de 2025 10:30 am
EN una época marcada por la multitud de conflictos que nos
circundan, sumado al aluvión de enfermedades mentales y a los diferentes
estilos de vida, ponernos a ejercitar el ojo del alma será como tomar aliento y
generar esperanza para conocerse y reconocerse activo en el tajo de la savia.
Realmente, somos un continuo vivir compartiendo en un mundo globalizado. Nada
se atiende, ni tampoco nadie se entiende por sí mismo. Hoy, como en tiempos pasados, en que la Navidad está ya con
nosotros con las mejores aspiraciones para llevar amor donde habita el desamor,
reconciliación donde hay fragmentación de vínculos, alegría donde hay tristeza
y verdad donde hay error, se requiere por parte de toda la ciudadanía un
momento de encuentro para intercambiar una felicitación fraterna, dejando atrás
los conflictos que dividen y redescubriendo más bien lo que nos une. Quizás lo
más saludable sea hacer una pausa, un alto en el camino, para reponer fuerzas y
nutrirse de lo que es realmente esencial: ¡redescubrimos y hallarnos! Celebrar el nacimiento de Jesús en Belén, después de tantos
años recapitulándolo y solemnizándolo, nos invita a transformar nuestra
altanería en sencillez y humildad, a reconocer al prójimo siempre próximo a
nosotros y a vivir con espíritu donante, que es como se recupera el sentido de
lo armónico. Por eso, la estrella está en el cielo para encauzarnos y
darnos luz inspiradora. El sueño de la mística es lo que nos transforma y nos
eleva, hasta el extremo de volvernos poema sin pena y poesía sin poder. Además,
cuánto bien nos hace llegar a ese soplo contemplativo, que nada tiene que ver
con las luces mundanas cada vez más poderosas, que lo único que nos hacen es
cegarnos para estar menos dispuestos a entendernos, aceptarnos y reencontrarnos
en su diversidad. Déjennos seguir a los signos celestes, que son los que nos
indican el viaje interior para encontrar plenamente el gozo y la alegría del
verso, abierto siempre en la acogida, para que nadie quede excluido y todos
participen en la trascendental poética. Indudablemente, caminar juntos es un gesto típico de
quienes buscan rehacerse en la hondura de la vida, más allá de este océano
tormentoso, lo que requiere estar vigilante, laborando y meditando todas las
cosas para que acrecienten su brío sistémico, a menudo con un costo social,
ambiental y económico significativo. Los moradores no deben dar por sentado
este desprendimiento generoso; hemos de cultivarlo cada día otorgando el apoyo
financiero y político necesario, puesto que sería un desastre absoluto que los
recursos para la ayuda humanitaria, lejos de crecer, se aminorasen. Al fin y al
cabo, sólo hay una fuerza propulsora: el buen deseo de darse, cuyos eslabones
son los anhelos, con sus enlaces de curación, sustentados y sostenidos en la
unión y en la unidad.
