ALGO MÁS QUE PALABRAS
VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO*
La poética navidad; conmemoración universal
Miércoles 24 de Diciembre de 2025 9:59 am
Alentados
por la buena noticia, el deseo del reencuentro y el abrazo de la ilusión, donde
se concentra la mirada clemente y el afán de hacer familia, mientras el niño
que todos llevamos consigo se pone a buscar y a rebuscar sus propios latidos
íntimos para restablecer la visión del poema en los labios, reconozco que el
desvelo no puede ser más positivo, pues es nuestra propia existencia la que nos
trasciende para celebrar el don de la vida y concelebrar el empaque de la
pureza como fiesta universal. La contemplación de un recién nacido suscita
normalmente sentimientos de conmoción y de ternura, aparte de movernos y
removernos el níveo aliento, para volver a descubrir el calor de un hogar, con
el estímulo de la sencillez, la amistad y la solidaridad. Estamos
en un momento meditativo de acogida, de recogerse cada cual consigo mismo, para
compartir el gozo de nuestro esfuerzo, que llega a ser más poesía que poder y
más luz que sombra, a pesar de los muchos dolores que los humanos nos
injertamos entre sí, haciendo del mundo un manantial de lágrimas y
desconciertos. Ojalá aprendamos a reprendernos para fraternizarnos y
reconquistar el gozo de la cueva de Belén, donde nuestro Creador se nos muestra
humilde para vencer la soberbia. En consecuencia, acojamos este recuerdo
ecuménico como un acontecimiento capaz de renovar hoy nuestra propia savia.
Comencemos para que los encuentros entre unos y otros nos hagan huir de los
encontronazos, poniéndonos en camino de apertura a las necesidades de nuestros
semejantes. Con estos
sentimientos de bondad y verdad, la estrella que nos indica el camino en medio
de la oscuridad y los peligros del mundo debe sobrecogernos, manteniendo vivo
el asombro profundo. Será bueno que nos dejemos cautivar por esta luminosa
alegría, donde el Dios con nosotros camina a nuestro lado para enseñarnos un
modo nuevo de vivir y de amar. Sea como fuere, tenemos mucha necesidad de
caricias compasivas frente a tantas miserias mundanas que nos deshumanizan por
completo. De ahí la importancia de Jesús en el pesebre, mostrándonos el camino
de la ternura para estar cerca, para ser humanitarios en definitiva. Ojalá que
el auténtico mensaje de solidaridad y acogida que brota de la Navidad
contribuya a crear una sensibilidad más profunda ante las antiguas y nuevas
formas de pobreza, o el bien común con el que todos estamos llamados a
colaborar y a cooperar. En un mundo cada vez más caótico e incluso violento,
sólo hay que contemplarlo cada día. En efecto, la atmósfera mundana está llena
de bochornos y crueldades. Únicamente hay que ver la mirada de esa multitud de
gentes, completamente perdida en la desesperación y en total soledad, agilizado
todo por una cultura digital marcada por discursos de odio, distorsionando de
este modo la realidad, lo que genera ansiedad, depresión y, en los casos más
graves, pérdida de sentido y suicidio. Tampoco
podemos continuar ensombreciendo la luz que ilumina nuestra existencia, en
multitud de ocasiones adormecida o endiosada por una absurda prepotencia. Mi
propuesta es la de bajarse de los pedestales para ponernos a servir latidos y a
donarlos, fomentar la senda interna y poder sentir los horizontes del alma como
María, que donó su seno virginal al Verbo de Dios. Desde luego, no hay verso
más placentero que la quietud de nuestros órganos, para que se despejen las
pulsaciones y se serenen los ánimos. De lo contrario, continuaremos viviendo
los días con el ánimo envenenado y la Navidad como una fiesta de consumo sin
aprecio alguno; eso sí, con la peor de las prisiones, que radica en un corazón
cerrado y, además, empedrado por la indiferencia.
