Ganadería mexicana 2025: lo aprendido y lo que sigue
JUAN AUGUSTO HERNÁNDEZ RIVERA*
Miércoles 31 de Diciembre de 2025 9:49 am
EL
cierre de un año siempre obliga a hacer una pausa. En el sector pecuario, 2025
no fue un año menor: dejó lecciones claras, confirmó prioridades y puso sobre
la mesa retos que ya no pueden postergarse. Más que un recuento técnico, este
balance es una reflexión sobre hacia dónde vamos como productores, técnicos,
autoridades y consumidores, en un país donde la ganadería no solo produce
alimentos, sino que también sostiene territorios, empleos y confianza social. Si
algo quedó claro este año es que la sanidad e inocuidad animal no son
negociables. No se trata únicamente de proteger al ganado, sino de cuidar la
salud pública, la confianza del consumidor y la permanencia de México en los
mercados internacionales. La trazabilidad, entendida como la capacidad de
conocer el origen y recorrido del animal y de sus productos, dejó de ser una
aspiración para convertirse en una exigencia real. En paralelo, la prevención
de enfermedades como la brucelosis, la tuberculosis y la amenaza permanente del
gusano barrenador del ganado recordó que la vigilancia sanitaria es un trabajo
diario, coordinado y silencioso, donde la colaboración con el Senasica resulta
estratégica y donde la detección oportuna marca la diferencia entre el control
y el impacto productivo. Otro
de los grandes temas de 2025 fue el cambio climático. Sequías prolongadas,
estrés calórico en los animales y presión sobre los recursos naturales
obligaron a replantear prácticas productivas. Hoy es claro que el estrés
calórico no solo compromete el bienestar animal, sino que afecta directamente
la producción de leche y carne, la eficiencia reproductiva, la ganancia de peso
y la rentabilidad de los sistemas pecuarios. Lejos de generar pánico, este
escenario exige fortalecer estrategias de mitigación ya conocidas y otras en
consolidación: el uso de tecnologías como aspersores y abanicos, ajustes finos
en el manejo nutrimental, mejoras en la infraestructura y un manejo
reproductivo más preciso, incluyendo protocolos de sincronización del estro que
permitan reducir pérdidas asociadas al calor ambiental. En
este contexto, la innovación tecnológica comenzó a ocupar un lugar central. La
digitalización, la identificación animal, los sistemas de monitoreo y el
énfasis en el bienestar animal dejaron de ser conceptos lejanos para
convertirse en herramientas concretas de eficiencia y calidad. Al mismo tiempo,
la autosuficiencia alimentaria siguió siendo un objetivo nacional con
realidades contrastantes: mientras la avicultura mostró capacidad de
crecimiento y respuesta a la demanda interna, la producción de carne bovina y
porcina enfrentó presiones importantes, especialmente para pequeños y medianos
productores, que siguen siendo la base social del campo mexicano. Todo
ello conduce a una reflexión inevitable: la ganadería del presente ya no puede
abordarse desde una sola perspectiva. Sanidad, productividad, ambiente,
tecnología, bienestar animal y política pública están profundamente
interconectados. Los desafíos complejos requieren soluciones integrales,
basadas en evidencia científica, comunicación clara y corresponsabilidad entre
los distintos actores involucrados. De
cara a 2026, el reto no es identificar los problemas, sino articular soluciones
bajo un enfoque de pentahélice, donde productores, autoridades, academia,
sector privado y sociedad civil trabajen de manera coordinada. Solo así será
posible consolidar una ganadería más resiliente, sostenible y competitiva. El
futuro del sector pecuario no se improvisa: se construye todos los días con
ciencia, experiencia y sentido, pensando no solo en producir más, sino en
producir mejor y con responsabilidad compartida.
*Profesor
de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad de Colima
