La tragedia del Tren Interoceánico
EDUARDO SÁNCHEZ GARCÍA*
Miércoles 31 de Diciembre de 2025 9:34 am
EL descarrilamiento del Tren Interoceánico en la
Línea Z, cerca de Nizanda, Oaxaca, dejó un saldo devastador: 13 personas
fallecidas (incluida una menor) y 98 personas heridas, 36 de ellas hospitalizadas
y cinco en estado grave. El convoy, con 241 pasajeros y nueve tripulantes a
bordo, partía de Salina Cruz rumbo a Coatzacoalcos cuando la segunda locomotora
se salió de las vías en una curva, arrastrando vagones que cayeron por un
barranco de seis metros. Sobrevivientes describen que el tren “venía muy
fuerte”, posiblemente por exceso de velocidad o fallas en los frenos. Las
imágenes de vagones volcados y rescatistas trabajando en condiciones difíciles
han conmocionado al país en estos días festivos. Esta no es una tragedia aislada, sino el sexto
incidente grave en dos años en los megaproyectos ferroviarios impulsados por
los gobiernos de Morena: tres en el Tren Maya (descarrilamientos en Yucatán y
Quintana Roo, y un choque en Izamal) y tres en el Interoceánico, incluyendo
colisiones previas con vehículos. El Corredor Interoceánico, promovido como
alternativa soberana al Canal de Panamá para conectar el Pacífico y el
Atlántico, ha mostrado fallas recurrentes: vías rehabilitadas apresuradamente,
locomotoras antiguas adquiridas de segunda mano (algunas con más de 40 años),
taludes inestables por lluvias y mantenimiento insuficiente. Aquí entra el rol central de la corrupción y la
negligencia. Auditorías de la ASF han detectado irregularidades en contratos,
sobreprecios y obras de baja calidad, con costos que se duplicaron por las
prisas en inauguraciones políticas. Comunidades indígenas del Istmo han
denunciado desde 2019 anomalías en la rehabilitación de la Línea Z, ejecutada
por empresas ligadas a redes de corrupción. Peor aún, la operación fue
entregada a la Secretaría de Marina (Semar), como parte de una amplia
militarización de funciones civiles: puertos, aeropuertos, aduanas, trenes e
incluso hoteles. Esta aferración del gobierno a que las Fuerzas
Armadas administren sectores estratégicos, justificada como “antídoto a la
corrupción”, ha generado opacidad al clasificar contratos como de “seguridad
nacional”, evadiendo la rendición de cuentas. Los militares, expertos en
defensa, no lo son en la operación ferroviaria civil de pasajeros. El
resultado: ineficiencias, obras rápidas sin estándares internacionales y,
ahora, riesgos mortales que han cobrado vidas. El gobierno debe limitarse a generar condiciones
favorables, no a competir monopólicamente con los empresarios privados que
invertimos capital, asumimos riesgos y generamos empleo masivo en México.
Cuando el Estado desplaza al sector privado, los proyectos se encarecen,
pierden eficiencia y priorizan la propaganda. Mis más sentidas condolencias a las familias de las
víctimas. Exijamos una investigación independiente y rigurosa por parte de la
Fiscalía General de la República, incluyendo el análisis de la caja negra, la
velocidad, los frenos y el estado de las vías, para esclarecer causas y
responsabilidades sin injerencias. Al final del día, el poder real reside en las manos
de los ciudadanos: nosotros elegimos a nuestros representantes, los vigilamos y
les exigimos resultados. Nuestros gobernantes están de paso; su única
obligación es servir al pueblo, no servirse de él ni de los recursos públicos.
Tragedias como esta nos recuerdan que la verdadera soberanía no se decreta
desde el poder, sino que se ejerce en las urnas, en las calles y en la defensa
cotidiana de un México próspero, seguro y con un Estado facilitador, no omnipresente
ni competidor desleal. Que 2026 sea el año en que el pueblo recupere el
control y exija un cambio de rumbo: más inversión privada, menos estatismo
fallido.
*Presidente de
Coparmex Colima
