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Inicios de la devoción a la Santísima Virgen María de Guadalupe en Colima



José Luis Larios García

Lunes 06 de Diciembre de 2021 10:09 pm

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La información se puede encontrar en los testamentos novohispanos, donde las personas en su lecho de muerte imploraban protección divina como su última voluntad; por ejemplo, el historiador José Miguel Romero de Solís, en su texto Andariegos y Pobladores. Nueva España y Nueva Galicia, siglo XVI, menciona que el 15 de noviembre de 1537, seis años posteriores al misterio de las apariciones en 1531, el conquistador Bartolomé López, dispone en su testamento “varias mandas a Nuestra Señora de Guadalupe”. En 1539, una vecina de Colima, María Gómez, viuda de Juan Pérez, “pagó a la Casa de Nuestra Señora de Guadalupe veinticinco pesos de mina; dio carta de pago de ello”, —las cláusulas no indican si se refieren a la virgen de Extremadura o a la del Tepeyac—, sin embrago, son datos importantes de la devoción mariana en la villa de Colima (Romero de Solís: 2001, p. 172 y 247).
Otro documento fechado en 1577, de Elvira Ramírez, declara en el testamento ser sepultada en la Iglesia Mayor de Colima “mandó que en la ciudad de México, en Ntra. Señora de Guadalupe se digan tres misas rezadas”, otras cinco “al Bienaventurado […] Blas, e Santo Antonio, y las 3 misas por las Ánimas del Purgatorio” (Ibíd., p. 426).  Luego en 1589, Alonso Lorenzo “dejó mandado por una cláusula del que se impusiese dos capellanías por su ánima”, tal instrucción fue decir perpetuamente “misa rezada a Nuestra Señora de Guadalupe” (AHMC, caja A-26 exp. 14, f. 19 fte.).
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Alonso Lorenzo mandó decir misas rezadas a Nuestra Señora de Guadalupe (9 de marzo, 1597), AHMC: caja A-26, exp. 14 f. 1 fte.
 
En el siglo XVII parece que la imagen guadalupana representó para los pobladores, una esperanza de protección contra los corsarios que llegaban a las costas de Colima. Según referencias del padre Florentino Vázquez Lara, como indica en el libro Colima Virreinal,  que en 1615 se proclamó “a la Virgen de Guadalupe como patrona y defensora de la villa de Colima y de los pueblos a ella sujetos”, el autor señala: “En 1747 en México, los procuradores de la provincia de Colima, en unión con todos los de la Nueva España, juran a la Virgen de Guadalupe patrona de toda nuestra nación” (Vázquez Lara: 2000, p. 24).
Con el tiempo, la devoción adquirió relevancia en otros aspectos de la vida cotidiana, como en los nombres de los recién nacidos, ya sea hombre o mujer, así lo demuestran los libros parroquiales de bautismos de españoles y castas, del Archivo Histórico Parroquial de San Felipe de Jesús (Beaterio), ya que los bautizados con el nombre Guadalupe, creció progresivamente en el siglo XVIII.
En la primera mitad del decimonónico, las fuentes documentales proporcionan más detalles alusivos a la fiesta religiosa del 12 de diciembre. Las pesquisas consultadas indican que el cabildo de Ayuntamiento de Colima nombraba una comisión integrada por regidores y miembros del clero, para organizar el novenario y programa de las festividades religiosas.
 La villa de Colima se enfrascaba con los cambios políticos e ideológicos derivados de los movimientos insurgentes. Asimismo, se vivían atrocidades por constantes desastres asociados con los terremotos, sobre todo el ocurrido el 31 de mayo de 1818, mismo que  dejó daños a la iglesia parroquial, viviendas, edificios públicos, capillas y conventos. Al iniciar la década de los veinte, fue proclamada en 1821 la Independencia, por Agustín de Iturbide, a la sazón, las autoridades se evocaron a conmemorar con regocijo y solemnidad dicha emancipación, pero de igual forma los días religiosos.   
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Representación en dibujo de la aparición de la virgen de Guadalupe
 
En 1827, el cabildo de Colima comisionó al síndico Rafael Murguía la encomienda de organizar la fecha del 12 de diciembre para “la fiesta Nacional a María Santísima de Guadalupe, cuya función se ha hecho desde inmemorial tiempo”, incluso, el Congreso General Constituyente de 1824 decretó que las fiestas religiosas Nacionales quedaran en lo sucesivo reducidas a los días de Jueves y Viernes Santos, Corpus y Festividad de Guadalupe de doce de Diciembre; y que las cívicas lo serán únicamente los días diez y seis de Septiembre y cuatro de Octubre, aniversario del primer grito de Independencia y de la sanción de la Constitución” (AHMC: acta del 21 de diciembre de 1824, caja F-5, posición 2, f. 87 fte.). 
La comisión encargada de la función recolectaba limosnas de particulares y autoridades de gobierno, con el objetivo de proveer recursos suficientes para los preparativos de la misa solemne. Se adornaba la iglesia parroquial, compraban botijas de aceite, ocote, mechas y cera de castilla, que debían utilizarse en las iluminarias del templo; asimismo, extendían manteles de manta en el altar principal, tocaban la chirimía (piteros), los coros eran acompañados con músicos y flautistas propios de la ciudad de Colima. Afuera del recinto prendían cohetes, disparos de salva y repique de campanas (AHMC: caja D-52A, exp. 25, f. 2 fte. y vta.). 
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Cuentas presentadas por el primer síndico procurador de las cantidades que recibió para la función a Nuestra Señora de Guadalupe y su inversión (1828), AHMC, caja D-40A, exp. 23, f. 1 fte.
 
Los días de fiesta cerraban las casas de naipes, prohibían las corridas de toros, ingerir o vender bebidas embriagantes como el mezcal, aguardiente, vino importado y objetos que pudieran alterar el orden público. Con anticipación, las autoridades invitaban a todos los funcionarios públicos para asistir a misa el 12 de diciembre. En la plaza de Armas, actual jardín de la Libertad, se organizaban verbenas populares con la venta de comestibles y productos locales.
Toda esta algarabía se repetía cada año, sin embargo, con el paso del tiempo las costumbres se modificaron acorde a la época, más aún, con la promulgación de las leyes de reforma en 1859, que cambiaron los procesos de organización del culto católico, incluso para otras festividades religiosas y cívicas, pero dejaron las bases de una tradición que hasta hoy sigue vigente en el estado de Colima.
 
*Investigador del Archivo Histórico del Municipio de Colima
 
 

José Luis Larios García



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