La esencia de la Antigua Central Camionera

Domingo 26 de Agosto de 2018 8:19 am
+ -A Colima llegó la estructura de hierro, que sorprendió cuando se construyó el edificio que hoy alberga al Auditorio “Miguel de la Madrid”.
TODO lugar importante en la capital tiene una
larga historia intrincada. Muchos de los lugares que hoy conocemos,
anteriormente tenían otro funcionamiento muy diferente al actual; uno de esos
sitios es el Auditorio “Miguel de la Madrid Hurtado”, también conocido como la
Antigua Central Camionera.
Este enorme edificio ha tenido una gran
historia y ha pasado por diversos cambios, desde una iglesia, pasando por un mercado,
la Central de Autobuses y actualmente un recinto en donde el Ayuntamiento de
Colima lo utiliza para eventos y convenciones culturales. Además, tiene una de
las creencias populares más particulares, la cual asegura que un renombrado y
famoso ingeniero civil francés participó en su construcción.
LA IGLESIA
La historia de este edificio se remonta a
finales del Siglo XVII, cuando comenzó la edificación de la Iglesia del Dulce
Nombre de Jesús, una antigua parroquia que según el libro Descripción del distrito
de Colima y del corregimiento agregado, de San Miguel Xilotlán, la construcción
comenzó entre 1680 y 1700, levantada por las manos de mulatos y mestizos de
aquellos años virreinales.
Su esplendor se registra a partir de 1740, y
se dice que esta parroquia dependía de las cooperaciones y servicios de los
esclavos y mulatos, y así duró hasta convertirse en uno de los barrios
populares más importantes y unificados de aquella Villa de Colima, donde
destacaba el gran cuidado que le brindaban los pobladores. “En la Iglesia del
Nombre de Jesús, que pertenece a los mulatos de dicha villa, se ve decente
adorno, y el primer retablo está dedicado al Niño Jesús…”, cita el texto.
Al paso del tiempo, diversos temblores fueron
destruyendo el templo, y con el inicio del Movimiento de Independencia, en
1810, empezó su declive. La Iglesia del Dulce Nombre de Jesús quedó en el
descuido y fue por el terremoto de octubre de 1847 que el edificio quedó
destruido, para después ser abandonado por completo.
Debajo del hoy auditorio aún queda un
cementerio donde se estima que se encuentran los restos de alrededor de 2 mil
300 mulatos enterrados en los cimientos de esta área, en algunas catacumbas de
aquella iglesia que quedó perdida en el tiempo y que fuera una insignia de los
barrios obreros y esclavos de Colima.
PRIMER MERCADO
A mediados del Siglo XIX existía un mercado
establecido en lo que hoy conocemos como el Jardín Gregorio Torres Quintero, en
el centro del capital, llamado la Plazuela del Comercio. Este mercado creció
exponencialmente, a tal grado que comenzó la necesidad de tener un control
sobre el cobro de derecho de piso y saneamiento de la zona, por lo que se
planificó reubicarlo. Fue en 1860 cuando el gobernador Urbano López, mandó
demoler los restos de la antigua Iglesia del Dulce Nombre de Jesús, para poder
utilizar el terreno. “Luego que el edificio esté arrasado (…) cambie a él uno o
más ramos del mercado que sirve para atender las necesidades públicas”, se cita
en el decreto número 8, de noviembre de 1860, extraído de Colección de Leyes y
Acuerdos del Estado de Colima.
Fue así como parte del mercado se trasladó a
ese sitio, que se le denominó Plazuela del Dulce Nombre, pero a pesar del
esfuerzo del gobierno en turno para retirar el mercado, éste sufrió un gran impulso
creciendo aún más. La Plazuela continuó hasta el año de 1900, cuando un
incendio la acabó y todos los locatarios se trasladaron a la zona donde antes
se encontraba la capilla.
Por fin, después de varias décadas de
intentos fallidos para trasladar a los comerciantes del hoy Jardín Torres
Quintero a nuevas instalaciones, el mercado porfiriano fue inaugurado el 15 de
julio de 1907, en el gobierno de Enrique O. de la Madrid.
Para poder realizar este inmueble se utilizó
el acero, por primera vez en Colima en una obra pública. Entonces se vio toda
una traza de vigas de hierro, unidas por remaches al puro estilo francés
adornando y sosteniendo prácticamente toda la estructura del edificio, dándole
un toque único al mercado, que en 1914 fue llamado Mercado Constitución en
1914, aunque entre los pobladores se conocía como el “Mercado Grande”.
Así transcurrieron alrededor de 50 años en
funcionamiento, hasta que en los años 60, el gobernador Francisco Velasco
Curiel, decidió transformar el mercado para convertirlo en la Central de
Autobuses Foráneos. Las obras comenzaron en abril de 1965, derribando muros,
construyendo casetas y carriles para los autobuses, así como cafeterías y
marquesinas en la fachada. El 28 de octubre de ese mismo año, el Mandatario
estatal inauguró la terminal, y con el diseño del entonces director de Obras
Públicas, Elías Jaik Ceballos, se hizo un nuevo mercado, a espaldas de la
Central de Autobuses, el cual fue concluido en 1970.
¿EIFFEL EN
COLIMA?
La utilización de estructuras de hierro en la
arquitectura de finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX era toda una
proeza. Edificaciones y puentes que estuvieran creados por estos armazones eran
vistos como la culminación de una gran obra de ingeniería para la época y no
cualquiera las podía realizar.
A raíz de esto, en Colima hay una creencia
muy arraigada, dándola casi como un hecho, donde se dice que toda la enorme
estructura de hierro que se encuentra en el interior de este edificio fue
creada por el ingeniero civil francés Gustave Eiffel, aquel mismísimo
constructor de formidables estructuras de hierro, entre ellas la Torre Eiffel,
en París, de 324 metros de altura, el gran símbolo de Francia. Sin embargo, no
hay algún documento o certificado que avale esta hipótesis, quedando sólo en creencia.
EL AUDITORIO
Este edificio albergó la Central de Autobuses
por 35 años, hasta que llegó la inauguración de la nueva terminal, el 31 de
agosto de 1990 se derrumbaron varias partes en su interior para adaptarlo como
el Centro Municipal “Miguel de la Madrid Hurtado”.
Desde entonces y hasta la actualidad, este
emblemático e importante edificio ha sido usado como auditorio para diversas
actividades políticas, culturales y sociales. Pero el inmueble ha cobrado
factura por los cambios diversos que ha sufrido y por el abandono en el que hoy
se encuentra, pues luce apático, sin vida, sin forma alguna para relucir la
larga historia que guarda el sitio donde están sus cimientos.